15 de febrero de 2012

Suceso gráfico

Suceso gráfico


¡Se lo ruego, señor!, ¡está en el borde del río! Le grité al bombero que me contestó el teléfono. Entonces me tranquilizó diciéndome que ya el carro había salido.

Era viernes y el tráfico estaba más pesado que de costumbre. Veía a Cristóbal caminando por el peralte del río, mientras yo lo seguía por la autopista, en dirección contraria a los carros.

No quería asustarlo. Si hubiera oído mi voz, se habría tirado al río.

La gente paraba y me preguntaba si me pasaba algo, pero yo era incapaz de responder, solo podía caminar en contra de los carros y del viento.

Por fin un taxista me llevó al otro lado del río, a la estación de El Metro, por donde seguramente llegarían los bomberos. Cuando le conté al guarda lo que estaba pasando, se volteó, gritó un nombre que no recuerdo y le dijo que por favor se fijara si pasaba algo en el viaducto. Yo le expliqué que de allí no podría ver nada y él, con esa mirada de quien no cree lo que le están contando, me dijo secamente que no podía ayudarme.

Resignada, me devolví a la orilla del río, para esperar a los bomberos. Cuando por fin estuve cerca de uno de ellos, me di cuenta de que no habían enviado uno, sino dos camiones enormes, amarillos. Y el operativo había comenzado.

De nuevo un taxista paró, pero esta vez fue para que una señora que venía en él me preguntara si podía entrevistarme o tomar fotografías.

Dos bomberos cruzaban el río para llevar a cabo el rescate. En ese momento Cristóbal se tiró al río y a mi se me desapareció el mundo.

Me reanimaron y en seguida comprobé que lo habían rescatado. Cristóbal, emparamado, tiritando de frío entre mis brazos y muy asustado, me daba pataditas y me lamía la cara para que le hablara.

Al otro día, mientras le hacía las curaciones respectivas y lo contemplaba aún con lágrimas en mis ojos, leí esta noticia en el periódico:

Suceso gráfico: (la foto de Cristóbal en el peralte del río) Los bomberos salvaron ayer a Cristóbal, una mascota a punto de caer en las aguas del río Medellín.

10 de enero de 2012

¿Quién habla?

-¿Estás oyendo mi amor? Hace unos minutos los ladridos eran insoportables, pero se han calmado. Yo sé que a esa hora hablan con los fantasmas-.

-¿Con los fantasmas, dices?-

-Sí. Apuesto a que si te dijera que hablan con las estrellas, me creerías. ¡Pero hablan con los fantasmas! Cada noche hacen un pacto y no les importa no verlos; conversan como unos viejos bajo el palo de guayabo, y se preguntan por la salud, recuerdan los tiempos idos, mueven la cola cuando sienten su presencia. ¿Quieres verlos? Desde este rincón no se dan cuenta de los testigos que tienen sus tertulias-

Se despiden con un gesto y ella recuesta su cabeza sobre la ventana.

Él no cree en fantasmas, pero ella murió hace tiempos. Cada noche, como siempre, ella conversa con los perros y les promete una visita más. Los deja en buena compañía y entra en el que fue su cuarto.

Él ahora cree que los perros solamente le hablan a las estrellas.


Ruth Jean